Saludos a la blogosfera!. Erase una vez en la más bella de las lunas de Júpiter, el joven Aladino, un cruce de mercader con ladronzuelo pícaro, se detuvo bajo la sombra de una palmera, tomó la lámpara entre sus manos y la frotó. En ese momento, un suspiro escapa de la boquilla, un humo verdoso se empieza a materializar en mitad del oasis y de entre la nube surge una figura.
— ¿Eres el genio?. ¿Me concedes la materialización de tres deseos? —pregunta Aladino.
— No. Me llamo Luis Eduardo Aute. Pero desea, sí, a tu antojo.
Aladino podría haber pedido los tres deseos y haber optado por la riqueza, la voluptuosidad o la fama imperecedera. Sin embargo, Luis Eduardo Aute le aconsejó no elegir nada hasta haber escuchado lo que tenía que decirle.
Comenzó Luis Eduardo Aute, por mostrar a Aladino los cuadros que expuso en los sesenta y con los que se hizo un nombre en las galerías de Estados Unidos. Antes de ser cantante, ya había un pintor que mezclaba en su paleta a Velázquez con Goya, a Julio Romero de Torres con Van Gogh, sin dejarse a Picasso ni a Dalí atrás. Pero sin avisar, apartó los pinceles para sus ratos libres y se dio a la canción. Aleluyas, Diálogos de Rodrigo y Gimena, historias surgidas de Babel antes de que las lenguas se dispersaran en acentos y sonidos extraños entre sí…
Aladino dejó la lámpara en el suelo y, mientras Luis Eduardo encendía un pitillo, acarició las rosas en el mar que el cantante le había pasado, y se le antojó que las flores en sus manos del desierto despedían una canción que rezaba: Rojo sobre Negro, Rojo sobre Negro, las rosas sobre sus manos de mercader. Aute aconsejó a Aladino que, antes de expresar los deseos que quería ver cumplidos, tuviera en cuenta que “decir espera es un crimen, decir mañana es igual que matar… que no, que no, que el pensamiento no puede tomar asiento … que es estar siempre de paso, de paso, de paso…”. El joven Aladino consideró esto último mientras que el cantante hacía crecer su barba y expulsaba volutas de humo que formaban en el aire, casi invisibles, relojes dalinianos que marcaban las cuatro y diez. Hemigway pasaba por ahí, andaba suelto Satanás, alguna nínfula se desvestía del vestido, las flores y las trampas y Lewis Carroll correteaba disfrazado de conejo con Alicia pisándole los pasos.
La arena del desierto mutó en polvo enamorado y quevedesco, las balas se transformaron en besos, los besos fueron espadas, las cenizas imitaron a las flores, Neruda se confundió y escribió 20 canciones de amor y un poema desesperado, la carne se hizo verbo, se soltó el animal que todos llevamos dentro, el cuerpo fue un lobo para el cuerpo cuando el alma se apareció famélica, hubo ramos de viento, los ascensores se abrieron rebosantes de limones exóticos… la mente de Aladino fue fecundada por los poemas. Aute jugaba con el mundo. A eso se limitaba mientras otros se apresuraban detrás del viento en vanidad, pura vanidad. Vivir como un juego, crear como en un juego, amar con el gozo del juego infantil. Dos o tres segundos de ternura bastaban, entendió Aladino viendo a Aute disfrazado de Robinsón y trepando a la palmera donde dormitaba el gato burlón de Chesire. Así que, una de dos: u optaba por el sentido lúdico del vivir, o vivía en el marasmo del aire muerto.
Y Aladino, que podía haber escogido la riqueza, la lujuria sin freno o la fama sempiterna, después de haber escuchado a Aute… se decidió por LA BELLEZA!.
—Y sí que eres el genio —apostilló, consciente ya de sí mismo, sin remedio, más allá del alba. Aute le susurró que hay que huir a la vida y vivir en la huida y regresó a la lámpara, donde esperaría alevoso a la siguiente que viniera a frotar su lámpara. ¿Serás tú?
— ¿Eres el genio?. ¿Me concedes la materialización de tres deseos? —pregunta Aladino.
— No. Me llamo Luis Eduardo Aute. Pero desea, sí, a tu antojo.
Aladino podría haber pedido los tres deseos y haber optado por la riqueza, la voluptuosidad o la fama imperecedera. Sin embargo, Luis Eduardo Aute le aconsejó no elegir nada hasta haber escuchado lo que tenía que decirle.
Comenzó Luis Eduardo Aute, por mostrar a Aladino los cuadros que expuso en los sesenta y con los que se hizo un nombre en las galerías de Estados Unidos. Antes de ser cantante, ya había un pintor que mezclaba en su paleta a Velázquez con Goya, a Julio Romero de Torres con Van Gogh, sin dejarse a Picasso ni a Dalí atrás. Pero sin avisar, apartó los pinceles para sus ratos libres y se dio a la canción. Aleluyas, Diálogos de Rodrigo y Gimena, historias surgidas de Babel antes de que las lenguas se dispersaran en acentos y sonidos extraños entre sí…
Aladino dejó la lámpara en el suelo y, mientras Luis Eduardo encendía un pitillo, acarició las rosas en el mar que el cantante le había pasado, y se le antojó que las flores en sus manos del desierto despedían una canción que rezaba: Rojo sobre Negro, Rojo sobre Negro, las rosas sobre sus manos de mercader. Aute aconsejó a Aladino que, antes de expresar los deseos que quería ver cumplidos, tuviera en cuenta que “decir espera es un crimen, decir mañana es igual que matar… que no, que no, que el pensamiento no puede tomar asiento … que es estar siempre de paso, de paso, de paso…”. El joven Aladino consideró esto último mientras que el cantante hacía crecer su barba y expulsaba volutas de humo que formaban en el aire, casi invisibles, relojes dalinianos que marcaban las cuatro y diez. Hemigway pasaba por ahí, andaba suelto Satanás, alguna nínfula se desvestía del vestido, las flores y las trampas y Lewis Carroll correteaba disfrazado de conejo con Alicia pisándole los pasos.
La arena del desierto mutó en polvo enamorado y quevedesco, las balas se transformaron en besos, los besos fueron espadas, las cenizas imitaron a las flores, Neruda se confundió y escribió 20 canciones de amor y un poema desesperado, la carne se hizo verbo, se soltó el animal que todos llevamos dentro, el cuerpo fue un lobo para el cuerpo cuando el alma se apareció famélica, hubo ramos de viento, los ascensores se abrieron rebosantes de limones exóticos… la mente de Aladino fue fecundada por los poemas. Aute jugaba con el mundo. A eso se limitaba mientras otros se apresuraban detrás del viento en vanidad, pura vanidad. Vivir como un juego, crear como en un juego, amar con el gozo del juego infantil. Dos o tres segundos de ternura bastaban, entendió Aladino viendo a Aute disfrazado de Robinsón y trepando a la palmera donde dormitaba el gato burlón de Chesire. Así que, una de dos: u optaba por el sentido lúdico del vivir, o vivía en el marasmo del aire muerto.
Y Aladino, que podía haber escogido la riqueza, la lujuria sin freno o la fama sempiterna, después de haber escuchado a Aute… se decidió por LA BELLEZA!.
—Y sí que eres el genio —apostilló, consciente ya de sí mismo, sin remedio, más allá del alba. Aute le susurró que hay que huir a la vida y vivir en la huida y regresó a la lámpara, donde esperaría alevoso a la siguiente que viniera a frotar su lámpara. ¿Serás tú?
4 comentarios:
"Raro, raro, raro", como diría papuchi.
Yaeñez, la foto es la puesta de Sol que se ve desde un agujero de una antigua muralla de mi ciudad, Ronda. si, fue una puesta de Sol del verano :)
Tigre... GRACIAS!!!!!! En verdad es dificil dejarme sin palabras...Muyyyyyyyyyy dificil...Pero ahora no puedo decir nada, GRAAAACIIIASSS!!!!!
@ Perla
La historia es rara pero los geniosautes son así. Je,je. En serio, es un homenaje que le hicieron a Luis Eduardo Aute. Y sí, a veces es algo complicado si no conoces sus canciones o su vida. El viernes te canto algo
Un beso
@ Yañez
Mas bien es una Constitución. Me encantó lo de huir a la vida y vivir en la huida. De momento lo añadiré a mi perfil y algún día a mi vida!.
Tu te merecerías encontrar una lampara. Al menos yo confiaría en tus deseos. Graznar no se...
La foto es hurtada. Es del blog de la doctora que te invito a que conozcas
@ Abutita
DE NADA!. Ahí está la constitución prometida. Me ha costado encontrarla... pero al fin!. Hay un par de adaptaciones y un robo de foto. Espero que no me denuncien... ;)
Un beso
Perla ¿te falta ese sexto sentido femenino?, esto es una declaración de intenciones, Tigre NUNCA se tiene que huir, sino escapar y tiene que tener un buen final como Sherezade que acabó enamorando al Sultán y no decapitada.., y en lo que repecta a frotar, yo no froto la lámpara no me vaya a salir el genio de la mala leche y me convierta en tampón, o en retrete. Por cierto es una foto muy bonita, parece una puesta de Sol.
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