Sentidos

Su vida estaba llena de monotonía y las únicas cartas que recibía en su buzón eran facturas y más facturas. Muchas de ellas de cargos de compra de su mujer y otras tantas de compras suyas, la mayoría de libros que inundaban su pequeña casa. Y no sólo eran de medicina interna de la que era un gran experto sino de todos aquellos temas que le hacían evadirse de su triste existencia de médico en un gran Hospital.

Muchas de esas lecturas le llevaban a ese pequeño ambiente rural en el que quería desarrollar un pequeño negocio en un salón de té que siempre había sido su anhelado sueño. Y es que cuanto más importante era y más prestigio tenía en su profesión más anhelaba aquel sueño sencillo.

Entre todas las facturas y la abundante publicidad apareció aquella carta. Manuscrita con una preciosa letra, sin matasellos y con sólo su nombre y piso en el sobre, pero con un contenido tan especial y tan paradójico que el doctor no pudo más que echarse a llorar y subir andando los siete pisos mientras la releía una y otra vez.

Si aquella osada vecina que escribió esas bellas palabras supiera que la vida que nacía en forma de música de su violín hacía muchos años que no aparecía…

Si supiera que si toca cada noche es porque la vio emocionarse esa primera vez y llorar con sólo oírle sin saber nada más de su triste existencia y desde entonces no sabe por qué pero no puede evitar salir cada noche a la ventana a interpretar su música…

Si supiera que la pasión de aquella primera melodía tras muchos años y aquellas desgarradoras notas estaban motivadas porque iban a ser las últimas antes de lanzarse al vacío…

En su subida pasó por delante de la casa de su vecina pero como en tantas y tantas ocasiones desde aquella noche, no se atrevió a llamar a su puerta y siguió subiendo pensando en la melodía que interpretaría esa noche para ella.