Saludos. Me acuerdo que hace un lustro más o menos hice una prueba que se utiliza en las entrevistas de selección de personal consistente entre otras cosas en un cuestionario de cómo te ves ante los demás y como crees que ellos te ven a tí. Entre las capacidades, virtudes y defectos que salían de aquella prueba me destacaron el nivel alto de "tolerancia a la frustración" que poseía. Para determinados trabajos esos indices de tolerancia harían que el puesto fuera sin duda para alguien como yo.
Esa tolerancia a la frustración me ha ayudado sobremanera en un año frío economicamente como el que he padecido en el ejercicio anterior y me ayuda en distintos frentes de la vida cotidiana. Es una actitud que se torna aptitud como dirían los expertos.
Pues bien. Hoy que se cumple un mes de mi dolencia en mi pie izquierdo siento que esa tolerancia a la frustración es tolerancia cero o como mucho 0,0. Lo que no consigue ni la dificultad por llegar a fin de mes o ver como "rojean" mis cuentas lo consigue el sentirte un minusvalido que no puede dar un paso detrás de otro o tiene que cruzar un paso de cebra en varias etapas acompañado de gente de tu nueva "familia": la de los que se apoyan en una muleta o bastón de diseño.
Ese pequeño acto instintivo que es caminar, cuando no puede hacerse con normalidad frustra al más pintado. Esto me pasa por mi habitual suerte en la vida pues nunca he tenido mal importante alguno y esta menudencia me bloquea y me amarga, lo se.
Cuando no puedes hacerlo es cuando te das cuenta de las pequeñas cosas que echarías de menos en caso de no tenerlas. Un simple paseo por el Madrid antiguo culminado con un cafelito en el Café Madrid son ideas peregrinas en estos momentos y hacen hundir mi dichosa tolerancia.
Volveré a escribir cuando me sienta mejor. Mi frustración ahora mismo no la ayuda a superar ni mi chica del collar de Kriptonita verde...